miércoles, 5 de junio de 2013

La poción del amor existe? Científicos dicen que si

En los cerebros de los ratones de la pradera forman enlaces monógamas para toda la vida, el apareamiento funciona como “gatillo” para el amor genético.

Los ratones de pradera (Microtus ochrogaster), pequeños mamíferos comunes en América del Norte, son un modelo de la virtud casi única. Desde el primero momento tanto los machos como las hembras se vuelven prácticamente monógamas, prefieren la compañía de su pareja incluso para tener sus crias.

Ahora, por primera vez, los investigadores mostraron que es la activación de ciertos genes en los cerebros de los roedores que causa este patrón. Sus resultados fueron publicados el domingo en la revista Nature Neuroscience.

Se sabe que en estos animales (y en otros lugares), el apareamiento aumenta los niveles de hormonas como la oxitocina y la vasopresina – y que el neurotransmisor dopamina, que actúa a nivel de los circuitos de recompensa del cerebro, también está implicado en la formación de enlaces afectivos entre las parejas. Sin embargo, dicho altos niveles de hormonas aumento de la actividad de dicho gen que controla la producción de estas hormonas – es decir, fenómenos llamados “epigenética”, que, sin cambiar la secuencia genética de ADN real alteran su funcionamiento, de encender y apagar.

El equipo de Mohamed Kabbaj, de la Universidad del Estado de Florida (EE.UU.), quería ver si en la realidad eran alteraciones epigenéticas que eran la base de la formación de lazos de afecto entre parejas de ratones de pradera. Para ello, en algunas hembras inyectadas en una parte del cerebro que se sabe que están asociados con los procesos de recompensa (y para el caso, para llevar a cabo la adicción), una sustancia llamada TSA. ¿Por qué? Debido a que, típicamente, los cromosomas se encuentran en un “superempacotado” y esto evita la transcripción de genes en proteínas.

“El apareamiento se activa esta área del cerebro, lo que lleva al animal a preferir esa pareja – y podemos producir los mismos cambios en el cerebro con esta droga”, dice Kabbaj, citado en el sitio web de la Naturaleza por el periodista Zoe Cormier. Esto demuestra, en primer lugar, que son en realidad los cambios epigenéticos que subyacen a la formación de vínculos duraderos entre los ratones de pradera.

Sin embargo, la epigenética no es todo, el científico señala: “La inyección de la droga no es suficiente por sí misma para causar estos cambios moleculares. Se necesita el contexto: La droga y más de seis horas de convivencia “La química del amor también tiene otros trucos”

Los autores esperan que este trabajo algún día permitir a darse cuenta de cómo los factores epigenéticos afectan el comportamiento social en los seres humanos, especialmente en enfermedades como la esquizofrenia o el autismo. Medical Press

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